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Redactora: Sara Dominguez
Uno de los regalos más habituales a los niños recién nacidos son los zapatos. Hay calzado infantil para todos los gustos: botitas, deportivas, merceditas… la variedad es tal que entre las compras de los propios padres y los obsequios de familiares y amigos, el resultado puede ser una cifra inabordable de pares. Y hablamos de inabordable como sinónimo coyuntural de poco amortizables.
Si tenemos en cuenta que los niños crecen por días, aunque el calzado no se sustituya tanto como la ropa, ¿qué sentido tiene acumular tantos pares de zapatos cuando lo recomendable es que vayan descalzos cuanto más tiempo mejor?
¿Por qué los bebés no deben usar zapatos hasta al menos el primer año de vida?
Durante los primeros meses de vida se produce lo que se denomina fase de exploración, que es un periodo donde los pequeños van conociendo el mundo a través de los sentidos. El del tacto, con la piel de los pies, es muy importante.
Los bebés deben acercarse al mundo desde su propia experiencia. En esta primera etapa vital, los calcetines o patucos son suficientes para proteger los pies de los bebés en caso de frío. Si es verano, o si las superficies son suficientemente cálidas, bastará con ir descalzo.
Además, esta fase de exploración se complementa con la propia formación ósea de los pequeños. A pesar de que calzar a los niños pequeños puede resultar muy atractivo desde el aspecto visual, no es saludable para su correcto desarrollo.
De este modo, cuanto más tiempo pueda permanecer el bebé descalzo, mejor será la capacidad para recibir información de su entorno y de sí mismo. Ir sin calzar es también una forma de regular de mejor manera su temperatura corporal y detectar cuando siente frío o molestias.
¿Cuándo hay que comenzar a usar calzado y cómo son los zapatos más convenientes?
Es durante la fase de gateo, que se inicia poco antes del primer año de vida, cuando se pueden introducir los primeros zapatos, pero hay que seleccionar los que estén elaborados a partir de materiales nobles, que tengan protección en la puntera y el talón, y que sean flexibles.
La suela ha de ser blanda, para que no pierda ese contacto directo con el suelo y sea todavía capaz de detectar irregularidades en el terreno. Además, la musculatura y la estructura ósea no están completamente formadas para este tiempo, y un calzado excesivamente cerrado y rígido resta libertad de movimientos.
Por tanto, tenemos que en el primer año de vida se debe evitar cualquier tipo de calzado, usándolo únicamente en momentos muy concretos para alguna salida social, y mantenerse puestos por poco tiempo.
Cuando ya comienzan a gatear se puede optar por zapatos flexibles de suela blanda que protejan bien la punta y el talón, pero que no resten movilidad. Otro aspecto importante en los primeros meses usando calzado de manera continuada es comprobar si aparecen roces.
Los zapatos de suela blanda siguen siendo válidos hasta que los bebés cumplen unos tres años. Y con respecto al sistema de cierre, lo mejor es el velcro, pues así podrán ellos mismos abrir y cerrar con comodidad, impulsando el desarrollo psicomotriz.
Las recomendaciones básicas para el uso de calzado en los bebés
Con estas indicaciones, cuanto toca comprar zapatos online, los padres deben tener en cuenta que los bebés van a cambiar de calzado con cierta frecuencia, pues el tamaño del pie va creciendo continuamente. La punta del zapato debe ser ancha y larga, para mover los dedos con facilidad.
El propio tamaño de los zapatos es conveniente que sea superior al del pie entre 1 y 1,5 cm, pero no mucho más, para que camine con facilidad. Por supuesto, el calzado debe ser transpirable y ligero. El uso de botitas no es muy adecuado, porque restan movilidad al tobillo.
Estas premisas son suficientes para iniciarse con el calzado en los niños pequeños. A medida que vayan creciendo ya tendrán otras necesidades, pero en los primeros años de vida hay que considerar también la visita al podólogo en caso de que algo no funcione bien, que la suela se desgaste rápidamente en poco tiempo, que se observen rarezas al caminar o que tenga dificultad para mantener el equilibrio mientras está de pie.